jueves, 16 de diciembre de 2010




ORACIÓN AL PADRE

Padre mío,
sí,
mío, de mis amigos y también de mis enemigos;
de los que te rodean y de los que no te conocen;
de blancos y negros, de ricos y pobres;
Padre mío,
Padre nuestro,
mío, sí,
mío y de mis hermanos.

Que estás en los cielos,
¿sólo en los cielos?;
también en la tierra,
en ti,
en mí,
en cada Iglesia, en el Sagrario;
en cada casa, entre los pucheros;
en el trabajo y las diversiones,
en todo momento,
en todo lugar.

Santificado sea tu nombre,
tu nombre Padre,
tu nombre Dios,
tu nombre Cristo,
tu nombre Rey,
tu nombre amigo,
tu nombre hermano,
tu nombre vida,
tu nombre AMOR.

Venga a nosotros tu reino,
tu reino de paz,
de justicia,
de amor y de libertad;
tu reino de vida,
de perdón,
de caridad y de verdad;
tu reino de gloria,
tu reino de acción.

Hágase tu voluntad,
la de amarte sobre todas las cosas,
la de amarnos como tú nos has amado,
sin esperar nada a cambio,
sin límites,
con una mano hacia el vacío dispuesta a darlo todo,
desterrando lo que creo que es “mío”
para compartirlo por que es “nuestro”.

En la tierra como en el cielo,
entre nosotros y con nosotros,
en el quehacer diario,
en las alegrías o en el dolor;
y también en los que viven junto a ti,
los que gozan de tu presencia,
por que nos han precedido en la partida
y que interceden por nosotros,
velan y protegen nuestro continuo peregrinar.

Danos hoy el pan de cada día,
el pan del alma, la Sagrada Eucaristía;
el pan de la inteligencia, tu santa Palabra;
el pan del corazón, el deseo de amar y perdonar;
el pan del cuerpo, aquello que tú sabes nos es indispensable.
Que no nos conformemos con satisfacer
nuestras necesidades terrenas,
y compartiendo lo que tengo,
lo que tengo y lo que soy,
busquemos el sentido de nuestra existencia.
Perdona nuestras ofensas,
permítenos reconocer nuestros pecados,
nuestras caídas,
nuestros fracasos, pensamientos y omisiones;
nuestras obras,
nuestros tropiezos, dudas y cobardías;

Como nosotros perdonamos,
¿Seguro que perdonamos?
¿Y la vecina? ¿Y el compañero, el jefe o el tendero?
¿Y mi hermano en general?
Otórganos la gracia de la conversión,
para que pueda manifestar
el camino que nos lleva
desde el amor al perdón.

No nos dejes caer en tentación,
pues cada paso es un peligro;
si tú no nos ayudas,
si no agarramos tu mano,
estoy,
estamos perdidos.
Y líbranos del mal,
de los pelibros que nos acechan,
del mal que podemos causar,
no permitas que nos apartemos de tí;
déjanos caminar sobre tus huellas,
permite que imitemos a María
madre nuestra por tu amor
que cubre con su manto, toda ilusión y dolor.

Amén,
así sea,
tuyos somos,
en tus manos nos abandonamos,
haz de nosotros lo que quieras;
gracias por el sí de María,
gracias por el sí de Jesús en la cruz,
gracias, Padre, por todo,
recibe también mi amén,
mi amén de hijo
nuestro amén de hermanos
y no olvides que no podremos seguir
sin caminar, Padre mío, de tu mano,
Padre mío,
si,
mío, de mis amigos y también de mis enemigos;
de los que te rodean y de los que no te conocen;
de blancos y negros, de ricos y pobres;
Padre mío,
sí,
mío y de mis hermanos.